Uno de los conceptos básicos que debes conocer a la hora de definir si poner luz cálida o fría en una estancia es la temperatura del color. Esta última determina la tonalidad de la luz medida en grados Kelvin.
- Blanco cálido: por debajo de 3.300 grados.
- Blanco neutro: alrededor de los 4.000 grados.
- Blanco frío: entre 5.000 y 6.000 grados.
El blanco cálido es esa luz amarillenta que da sensación de calidez y que, seguramente, has visto en muchos salones o dormitorios. La luz blanca de tonos neutros es como la luz solar del mediodía, muy común en las lámparas de los escritorios. Por último, el blanco frío es más azulado, típico de algunos baños, de los pasillos de hospitales o aparcamientos.
La elección de luz cálida o fría, en última instancia, es cuestión de gustos, pero intenta dejar la cálida para zonas en las que quieras fomentar la tranquilidad y el relax.
El concepto de la temperatura del color no debe confundirse con el de la tecnología utilizada en cada bombilla. Por ejemplo, en cualquier ferretería encontrarás luces LED que contengan diferentes grados Kelvin, es decir, diferentes tonalidades. Lo importante es que escojas la que mejor convenga a cada una de las estancias.